sábado, 5 de agosto de 2017

LA #CORRUPCIÓN Y LA #CONFIANZA



El Diccionario de la Real Academia de la Lengua establece que corrupción es: “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.

Guillermo Cabanellas de Torres en su DICCIONARIO JURÍDICO ELEMENTAL la define a la corrupción: “Se estimaba tal el acto de quienes, estando revestidos de autoridad pública, sucumbían a la seducción, como los realizados por aquellos que trataban de corromperlos. En realidad, la corrupción venía a confundirse con el soborno o el cohecho. Pero en el presente, corrupción equivale a destruir los sentimientos morales de los seres humanos.
Hay de por medio en quienes cometen un acto de corrupción dos elementos que los hacen comunes: lo público y la autoridad. Lo público lo entendido como de todos, lo más trascendental, no tiene dueño, y desde la lógica de nuestra legislación ecuatoriana lo que nos pertenece a todos y que está comprendido en un territorio específico limitado por el derecho privado a la propiedad. La autoridad, su recubrimiento como tal se da por elección o por designación, y entonces tenemos en Ecuador, a los servidores públicos tanto de carrera (permanentes) como a los de libre remoción y funcionarios de elección popular, que tienen responsabilidades específicas que deben cumplir dentro de lo público, por delegación o por elección. En medio de estos dos elementos está la confianza otorgada por el pueblo a los de elección popular por el voto, y a los de designación en cambio por delegación de la autoridad de la que está envestida el electo para cumplir funciones específicas; esta confianza, que nace del pueblo, único poder en nuestra democracia como lo establece la Constitución de la República del 2008, ha sido y es confiada a las autoridades dentro de las distintas funciones del Estado Ecuatoriano, como son FUNCIÓN EJECUTIVA, FUNCIÓN LEGISLATIVA, FUNCIÓN JUDICIAL, FUNCIÓN ELECTORAL, y la FUNCIÓN DE TRANPARENCIA Y CONTROL SOCIAL. 
Es importante recalcar que las funciones de las autoridades deben cumplirlas conforme lo establece la Constitución y el marco legal vigente, así como hacerlas respetar, y vale el mismo razonamiento para el mandante, que es el pueblo, en la exigencia de sus derechos y el cumplimiento de sus responsabilidades, es decir, son procesos continuos, donde la confianza de las partes es lo más valioso por una democracia, en el caso de Ecuador suponía desde el 2008 un modelo de cambio casi único, eso si recalco, reconocido en muchas leyes.
¿Pero qué es confianza?, de acuerdo Diccionario de la Real Academia de la Lengua: “Esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Seguridad que alguien tiene en sí mismo. Ánimo, aliento, vigor para obrar. Familiaridad o libertad excesiva. Pacto o convenio hecho oculta y reservadamente entre dos o más personas, particularmente si son tratantes o del comercio.
Guillermo Cabanellas de Torres en su DICCIONARIO JURÍDICO ELEMENTAL la define a la confianza: “Esperanza firme en una persona o cosa. | Familiaridad. | Trato Íntimo. | Ausencia de etiqueta y cumplidos en las relaciones personales. | Pacto o convenio hecho oculta y reservadamente. | En el parlamentarismo, la aprobación de la actitud del ministerio por la mayoría de las Cámaras; al punto de que, "perdida esa confianza", derrotado en una sola votación el gobierno, ha de presentar la dimisión.

En nuestra democracia el principio de autoridad en la administración de lo público delegado por la gente, de los últimos 40 años, sigue diezmando la confianza en las autoridades electas y designadas, tanto locales como nacionales, inclusive llegando al colmo de minimizar, esconder, ocultar, aupar, dejar de lado sus funciones, enriquecerse, hacer tratos ausentes de transparencia, obras y servicios con sobrecostos, pedir más presupuesto, aliarse, dejar de lado las denuncias, cooptar funcionarios y ciudadanía, ver por los amigos y la familia, los paraísos fiscales, empresas offshore, evasión de impuestos, cohecho, coimas, testaferrismo, peculado, concusión, y así seguiríamos, dando muestras de cómo la corrupción, que tanto se ofreció combatir, surge como nunca antes, en medio del rechazo generalizado de la población, que ve con apatía que la mentira está por encima de la verdad, y que las distintas funciones del Estado han fallado en el cumplimiento de sus responsabilidades. 

Gran reto entonces para quienes venimos trabajando en los procesos de transformación del Estado, que por lo menos en Leyes está, pero el desacato, la improvisación, la ausencia de planificación, de control, de justicia, de participación, de transparencia, y de sanción a los corruptos son deudas de las Autoridades que han menoscabado la confianza de la gente, y eso implicaría una limpieza profunda de aquéllos que han visto en lo público su mina para enriquecerse. Debe haber un cambio generacional, no queda de otra, antes del 2008 siempre se habló de la posibilidad de que quienes han participado o han estado ligados a partidos políticos que fueron responsables en su momento, como autoridades de la administración pública y estuvieron ligados a actos de corrupción no se les permita volver a participar en procesos de elección popular ni de designación como autoridades, y se investigue y se recupere los recursos públicos amasados en fortunas mal habidas, se implemente lo que hoy se conoce como muerte política promovida en países como el Perú; promover e institucionalizar este tipo de procesos con exclusividad en el combate de la corrupción son necesarios y se les quite toda posibilidad de seguir haciendo de las suyas, eso implicaría la renuncia de autoridades de control, que poco o nada hicieron frente a las denuncias que desde la ciudadanía, las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales han hecho permanentemente. Los recursos públicos recuperados por actos de corrupción deben ser destinados para educar a la gente en planes, programas y proyectos nacionales, que no sean sólo las aulas, sino en el barrio, en la comunidad, en la parroquia, en la organización de base, a la gente en definitiva y permanentemente, donde el debate de lo público no sea exclusivo de las autoridades sino de la ciudadanía, la gente, el pueblo, y al menor acto de corrupción la denuncia sea acogida, se investigue y castigue a los responsables. 


No podemos permitir que se rasguen las vestiduras los corruptos, y quedemos entre nos, los graves problemas económicos, políticos y sociales que esto implica, inclusive afecta directamente en nuestra cultura, de cómo vemos las cosas, llegando al punto de que hay personajes públicos y privados, que manifiestan que dejen nomás robar, no son los primeros ni los últimos, haciendo que la corrupción desde esta óptica sea parte de nuestras vidas, lo cual debe ser rechazado con educación, con comunicación, con transparencia, con participación, pero a su vez con nuevas autoridades comprometidas con el Estado que somos todos, por un Ecuador donde los cambios deben profundizarse y radicalizarse, y los recursos públicos realmente satisfagan las necesidades más apremiantes de la población, que en un buen porcentaje sobre todo en lo rural siguen sumidos en pobreza, desigualdad, inequidad y ausencia de empleo, desde sus propias fortalezas y debilidades territoriales.

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